En una fábula se cuenta cómo alguien, buscando madrina para su hijo, decidió otorgar esta responsabilidad a La Muerte teniendo en cuenta su intachable sentido de la justicia: no discrimina entre ricos y pobres, edad, sexo o raza incluso ni siquiera el estado de salud determina para morir; para eso existen los accidentes y asesinatos.
Los dos recientes terremotos en América han demostrado esta enseñanza dejada por el fabulista; en enero el país más pobre del continente era literalmente sacudido por un terremoto dejándolo en peores condiciones, lo cual parecía imposible pero la realidad es a veces más contundente que cualquier espectativa; Haití es hoy una campo de refugiados dependiente de la ayuda internacional y todo puede emperorar con la época de lluvia; los muertos se cuentan por decenas de miles, muchos sepultados por semanas en los edificios en ruinas; los cuerpos inertes no sólo fueron agrupados en fosas comunes, sino llevados en escavadoras y desechados junto a los escombros debido a la imposibilidad de hacer otra cosa.
Ayer sábado fue Chile la víctima de un desastre similar, mayor en magnitud desde el punto de vista geológico pero con menos impacto en pérdidas humanas (se habla de algo más de doscientas víctimas fatales) debido al desarrollo de esta nación, con los mayores estándares de la región en la cual se ha contemplado los parámetros de construcción adecuados para los sismos, de hecho ha sufrido otros; esta vez toma al país en plena trancisión política; el nuevo presidente jurará su cargo en menos de dos semanas. Nos llegan las fotos de las calles agrietadas, edificios colapsados y gente asustada o resignada. Se ha hablado de repercusiones en Perú y Argentina, de un tsunami en las islas occidentales y en la costa pacífica norteamericana, las olas de más de diez metros llegaron al otro lado del océano pero fue definitivamente fue Concepción, la segunda ciudad más poblada de Chile, la más afectada por le desastre.
2010 será recordado por este “movido” comienzo el cual ha dejado en escombros a Puerto Príncipe y ha hecho retroceder un tanto el ascenso económico del pais suramericano.
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Y sí... la muerte, valga este dicho común, no perdona... aunque también es cierto que las formas de morir en vida sí que están marcadas por la pobreza, el desamparo, la impunidad y el poder...
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