Thursday, November 25, 2010

Nancy la gorda se fué

Nancy es parte de mis recuerdos de infancia, Nancy, Nancita y Enrique; Nancita fue la hermana mayor que no tuve de niño, no tan mayor, jugaba con nosotros en la visitas, vivian en el barrio y eran amigo de mi madre y tias desde la soltería.
Un buen día Nancy y Enrique se fueron pal' norte y su imagen quedó congelada; durante mi adolescencia seguí visité a Nancita en la destartalada casa que habitaba con su abuela y seis perros; la recuerdo muy laboriosa, haciendo veinte cosas para ganar dinero; de niña fue un as de las complicadas colas en la bodega, el puesto, la pollería; la carnicería; había que ser un experto para no perderse en todo ese gentío libreta de abastecimiento en mano y saber cundo era "el segundo grupo" o cuando le tocaba al "plan jaba"... Nancita sabía de tood eso antes de los diez años... cuando demolieron el viejo edificio de escalera de marmol gris flanqueda por su encaje metálico con puertas como altares y olor a humedad, para dar paso al cuarto de máquinas del Hospital "Hermanos Almejeiras" y Nancita, no recuerdo si ya casada, no recuedo si su abuela todavía vivía se mudó para Vista Alegre dejé de verla (un barrio más al sur pero en La Habana no hacemos estas referencias cardinales). Alli estuve un par de veces cuando me afilié a un taller de ceramistas por la zona, la dejé en pleno invento de hacerle un segundo piso a la casa, esta vez si era una casa y no un apartamento y estaba al pie de una hermosa iglesia neo gótica de dos torres, el nombre de la calle también era de resonancia religiosa "San Lázaro" casualmente el mismo de la calzada por donde yo vivia en Centro Habana en uan ciudad donde las coincidencias de nombres de calles ni es frecuente.
El re-encuentro fue en Miami, primero con Nancy y Enrique y Kikito nacido aquí , ya un joven; luego Nancita cons sus dos hijos, Anai casada y el varón saliendo de la adolescencia; en algún momento coincidimos todos y conocimos al esposo de Nancita.
Kikito murió de un infarto, muy jóven, recienmudado con su novia para Fort Laudedale; lo conocimos pocos, recuerdo que le gustaba el cine y escribía poesía, había heredado la obesidad de su madre... pero esta nota es por la muerte, en la madrugada de ayer, de Nancy, la gorda; a quien no quise ver envejecer y ya alcanzaba los setenta; vivian en un trailer por Medley (esto es en la zona noroeste de la ciudad); los visité menos de lo que hubiera querido; ella se le dificultaba salir por su gordura y sus piernas enfermas además después dado los problemas del corazón de Enrique decidieron deshacerse del carro, qué contradición, un hombre de tan buen corazón con problemas cardiacos.
Nancita se mudó más cerca de nosotros y hasta trabaja a unas cuadras en la tienda de canastilla (todo para bebé) "La Ideal" donde una de mis tias es gerente; Nancita renunció a su profesión de laboratorista, se ha tardado mucho en aprender inglés y a manejar, eso sucede con muchos de quienes venimos adultos a esta ciudad que no es el sur de Norteamérica sino el norte de Suramérica.
La última visita fue al hospital, era la segunda crisis relacionada con una afección pulmonar, le había pasado por algunas diálisis porque se le complicaron los riñones, se le estaba alimentando artificialmente; el brazo era un moretón inmenso y apenas abría los ojos, la boca un rictus indiferente... el pelo le había crecido recuperando milagrosamente su reflejo rubio, quedaba como un halo dorado por toda la almohada... le hablamos... Enrique a su lado todo este tiempo en aquel sofisticado cuarto de cuidados intensivos y así nos despedimos, especulando si saldría de esta "esperando cualquier cosa" como se dice en tono pesimista porque en el fondo no esperamos que esa cosa cualquiera sea la recuperación... y habiendo percibido, a pesar de la inmovilidad o la semi inconciencia, el sufrimiento de Nancy en aquella cama, de alguna manera adelantamos su final el cual ocurrió unas doce horas después.


Adiós Nancy... este año ha sido fatal para varios amigos: Matilde, la vecina de la otra casa; Borrego, compañero de trabajo de mi madre en La Habana y Ricardo, colega de la escuela de arte, demasiado jóven para esperar tal cosa pero así es la muerte, aleatoria, impredecible, nos deja de este lado esperando nuestro turno inaplazable porque no sabemos nuestro plazo y mientras aquí estemos, lidiaremos con esas pérdidas...

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